Educación ambiental: más necesaria que nunca

He visto el informe, está bien, pero no me lo creo”, palabras del presidente estadounidense respecto al “National Climate Assessment”, un informe en que se advierte acerca de las nefastas consecuencias que puede conllevar el cambio climático en el país, llevado a cabo por el Servicio Geológico de Estados Unidos. Como un resorte, miles de votantes de Trump pasan a desconfiar de un informe llevado a cabo por una agencia científica del propio gobierno federal de Estados Unidos. Esto, cuando las emisiones de CO2 en Estados Unidos aumentaron un 3,4% en 2018 (año posterior, nótese, a la decisión por parte del gobierno de retirarse del acuerdo climático de París), constituyendo la mayor subida desde el año 2010. 

Cambiando de país: Bolsonaro, tras entregar el Amazonas a la industria minera, ganadera y maderera, ha declarado la guerra a las ONG medioambientales, suspendiendo, durante 90 días, todas las alianzas y acuerdos entre las mismas y el Gobierno. El nuevo ministro de medioambiente brasileño, Ricardo Salles, consideró el calentamiento global, en su momento, como un “asunto secundario”, desechando las multas por crímenes ambientales por considerarlas “ideológicas”. En los foros de internet se pueden ver exclamaciones por parte de los seguidores del actual gobierno: “Quitando subvenciones a las ONG ambientales, el gobierno está recortando en gastos superfluos, ¡viva Bolsonaro!”. Y muchos brasileños, automáticamente, pasan a justificar la deforestación del Amazonas y los ataques a indígenas.

Por otra parte, no puede quedar sin mención la existencia de una serie de vídeos que se han hecho virales en los últimos tiempos por la increíble violencia y crueldad desplegada contra ciertos animales. Con citarlos es suficiente.

Si uno tiene estómago suficiente para pararse a observar los comentarios que se vierten en las redes sociales, podrá advertir, además de los insultos de todo el mundo a todo el mundo, un comentario bastante común: ¡el problema es la falta de educación! Por esto mismo precisamente hoy, día mundial de la educación ambiental, hay que reivindicarla más que nunca y reclamar políticas públicas de apoyo al sector. Estoy convencido de que puede ser la primera piedra de cambio en nuestras sociedades, y que el ecologismo político, en cualquiera de sus manifestaciones, debería hacer de ella uno de sus pilares.

Pensándolo bien, para alcanzar un modelo de vida que permita el bienestar de las personas y reduzca la presión sobre la biosfera se requiere, además de acciones que reviertan el calentamiento global, una decidida acción educativa: ¿cómo vamos a promover una cultura de la suficiencia en lo material si no se muestra a los más jóvenes que otros estilos de vida plenamente satisfactorios son posibles?; ¿cómo pretendemos convencer de la bondad de los circuitos cortos de comercialización si no enseñamos antes a los niños las ventajas de promover el comercio local?; ¿cómo pretendemos restaurar y potenciar buena parte de la vida rural si los niños que se crían en ciudades nunca han salido de ellas?; ¿cómo pretendemos que los niños aprendan a abandonar los estilos de alimentación predatoria y procesada, si nunca han entendido el concepto de un huerto urbano?

Este tipo de educación tiene muchos beneficios, directos e indirectos, para los que reciben la educación como para los que no, documentados en numerosos estudios:

  • Eficacia en el aprendizaje y bienestar: la naturalización de los centros educativos o el aprendizaje fuera del aula, además de servir para facilitar el aprendizaje de cuestiones ambientales y de fomentar el sentimiento de pertenencia de los alumnos con el medio que les rodea, promueve el entusiasmo y los niveles de asistencia y puntualidad.

  • Promueve el conocimiento: la educación ambiental ayuda a entender a los estudiantes cómo sus decisiones afectan al medio en el que viven y contribuye a la formación de consumidores informados. Además, permite a los alumnos aplicar los conocimientos adquiridos al mundo en el que viven, considerando la conexión existente entre los temas socioeconómicos, culturales y políticos y el medioambiente.

  • Promueve un estilo de vida saludable: no tiene precio que los niños descubran el placer de practicar deporte (correr, ciclismo, senderismo) en un ambiente limpio al aire libre.

  • Enseña respeto y cooperación, fortaleciendo la comunidad: al ponerse en contacto con otras realidades y formas de vida, los alumnos no solo aprenden a respetar otras formas de vida animal y vegetal, sino que, además, a largo plazo, promueve un sentido de pertenencia y conexión, a través de la participación en comunidad. Nos enseña que formamos parte de un todo como individuos en sociedad, empujándonos a cooperar para conseguir un futuro mejor.

  • Mejora el entorno: entrando en programas específicos de educación ambiental como las llamadas “eco-escuelas”, en que los centros escolares y los alumnos tratan de implantar medidas para mejorar la sostenibilidad de las escuelas, los alumnos aprenden a preocuparse por su propio entorno, mejorándolo (implantando medidas de eficiencia energética o de gestión de residuos en el propio centro, o bien haciendo labores de descontaminación fuera de él), redundando en un beneficio neto para la comunidad en general.

Sabiendo esto, cualquiera concluiría que este tipo de educación debería impulsarse desde el sector público. Por ello duele ver noticias como la que apareció hace unas semanas sobre la reforma educativa del gobierno. En el borrador de la reforma, la educación ambiental y el medioambiente reciben menos atención que nunca (no se menciona la palabra medioambiente en las 69 páginas de proyecto). Esto contrasta con el caso de algunos países, como en Suecia, donde la protección del medioambiente es una enseñanza vital en las escuelas e incluso aparece en el currículo de las escuelas infantiles: «la escuela infantil debería poner un gran énfasis en asuntos concernientes al medioambiente y la conservación de la naturaleza. Una aproximación ecológica y una actitud positiva hacia el futuro deberían tipificar las actividades de las escuelas infantiles (…) La escuela infantil debe contribuir a asegurar que los niños adquieran una actitud interesada por la naturaleza y debería ayudar a los niños a entender que la forma en que se organiza el trabajo puede contribuir a un mejor medioambiente«.

Es cierto que nos movemos en el terreno de las acciones programáticas, pero que la educación ambiental no aparezca en una reforma educativa es una muestra ilustrativa muy de la relevancia que se da, en el plano práctico, a las políticas de medioambiente y educación ambiental en el ámbito escolar.

Por ello, apoyemos la educación ambiental y pongámosla en el lugar que le corresponde mediante el apoyo público al sector. Si bien es cierto que los adultos de estas generaciones aprenderemos sobre sostenibilidad casi a golpes (el calentamiento global nos obligará), los más jóvenes están a tiempo de aprender las bases para una vida plenamente satisfactoria en un modelo de vida consciente y armonioso con el medioambiente. Tal y como escribió Margaret Mead: «la solución de todos los problemas de adultos de mañana depende en gran medida de cómo nuestros niños crecen hoy».

Carlos Serra Castells